Crítica de la película American Gangster por Hypnos

Sir Ridley Scott es uno de los directores de Hollywood más estigmatizados que existen en nuestros días. Algún quisquilloso podría esgrimir que a Ridley le pasó algo muy parecido a lo que les pasó a dos grandes como Orson Welles y Otto Preminger: hicieron sus mejores films demasiado temprano.

Tras Los duelistas, Ridley firmó dos obras cumbre de la Historia del Cine, así con mayúsculas: Alien, el octavo pasajero y Blade Runner.

Desde entonces sus películas nunca han vuelto a tener el calificativo de grandes películas. Ni Legend, ni La sombra del testigo, ni Black Rain, ni Thelma y Louise, ni 1492, ni Tormenta blanca, ni la Teniente O'Neil, ni Gladiator, ni Hannibal, ni Black Hawk derribado, ni Los impostores, ni El reino de los cielos, ni Un buen año. Uno se cansa a cada nueva película de Ridley Scott de oír decir que está acabado.

Claro, como si otras vacas más sagradas como Milos Forman (Fantasmas de Goya), Steven Spielberg (La guerra de los mundos), Francis Ford Coppola (Youth without youth) o Martin Scorsese (Infiltrados) estuviesen firmando sus mejores obras últimamente.

Pero en cambio con éstos se aplauden sus momentos más brillantes, y se pasan por alto sus momentos más torpones, nada ciega su brillante capacidad de creación.

El caso es que Ridley Scott es uno de los directores vivos más importantes, y que este American Gangster es su última película.

Un proyecto que le llegó de rebote y que de primeras iba a dirigir Antoine Fuqua (El rey Arturo o Shooter) con el propio Denzel Washington y Benicio del Toro en los papeles protagonistas.

El tema se fue a pique y fue retomado por Terry George, que había participado en el guión, que quería contar con Don Cheadle y con Joaquin Phoenix.

Tampoco funcionó la cosa y con un nuevo libreto de Steven Zaillian (Todos los hombres del rey o Gangs of New York) acabó en manos de Ridley Scott, que en la actualidad se encuentra inmerso en una prolija actividad con los siguientes proyectos en marcha: Body of lies, Nothingam y Blood Meridian.

Me interesa el duelo interpretativo propuesto entre Crowe y Whasington, y me gusta volver a ver manejar la cámara a Ridley Scott para volver a darnos otra clase de ritmo. La película no será redonda, pero sí sólida y entretenida, con un par de escenas dignas de ser recordadas en el futuro.

Me preocupa que el señor Scott no haya puesto el alma en este proyecto, y que últimamente se esté dedicando más a ser un eficaz artesano del Emperador, que a volvernos a hacer soñar como lo hizo hace 30 años. Es el único pecado por el que le puedo castigar.

Una película nominada a los Globos de Oro y que cuenta con posibilidades de nominación a los Oscars, premios que lo han nominado tres veces y que nunca lo han recompensado.