Qué queréis que os diga. En su momento Toy story y posteriores supusieron un avance total para el género de animación, en muchos sentidos. Tanto en el campo técnico como en el artístico. Que el paso, además de grande, fue importante, lo demuestra que películas posteriores también consiguieron avanzar todavía unos pasitos más. Shrek. Los increíbles. Y demás.
Pero de un tiempo a esta parte, el género se estanca. No soy un experto en la materia, pero tengo la impresión de que las mejoras técnicas ya no son tan sustanciales. Ni sustanciosas. ¿Qué ahora la ardilla tiene 38 millones de pelos con vida propia que se mueven según el viento? Pues genial. Pero ya estamos hablando de ese tipo de detallines y pijadas. Y, sobre todo, parece que esa animación solo se puede usar para hacer películas sobre animales que hablan, que se gritan, chistes doblados al castellano completamente a su bola, y todo este rollo que empieza a repetirse de manera preocupante.
Pasemos por alto esta película, vayamos a ver la de Scorsese, que es lo suyo, y esperemos que poco a poco, con los próximos proyectos, se vaya dando un enfoque más adulto al género de animación.