Un primer vistazo al argumento de Frontiere(s) puede llevar a equívoco. En efecto, tras darnos de bruces con una serie de clichés demasiado habituales en este tipo de producciones -los adolescentes extraviados y los degenerados lugareños-, da la impresión de que nos encontremos ante una nueva versión de La matanza de Texas. De hecho, la película resultaría otra innecesaria producción de género de no ser por un detalle capital. En este caso, las desdichadas victimas son una serie de inmigrantes de segunda generación y sus verdugos un grupo de neonazis defensores de la raza pura. El paralelismo con el ascenso de la extrema derecha al que tuvo que hacer frente gran parte de la sociedad del país vecino no es algo que el director haya querido ocultar. Es precisamente ese intento de crítica social lo que no termina de encajar del todo en el esquema de la película.
Francia no es un país que se prodigue demasiado en lo que a producciones de terror se refiere, aunque parece que, poco a poco, el país galo comienza a despertar de su letargo. Gran parte de este renovado interés por el cine de género se debe a una nueva generación de directores, altamente influenciado por el cine de los setenta. La citada referencia al film de Tobe Hooper es pues meridiana. Xavier Gens es uno de esos autores que se ven catapultados al estrellato de la noche a la mañana. En efecto, el francés ha pasado de obtener un cierto reconocimiento en el mundo del cortometraje y el videoclip a dirigir no solo la película que ahora nos ocupa, sino también uno de los grandes estrenos de la temporada, la adaptación a la gran pantalla de la conocida serie de videojuegos Hitman.
Los actores involucrados, encabezados por la hermosísima Karina Testa, no son demasiado conocidos en nuestro país, a excepción quizás de Samuel Le Bihan, al que muchos recordarán de films como El pacto de los lobos o Capitán Conan. Por lo demás, la película será extremadamente sucia y violenta, algo a lo que el cine francés no está demasiado acostumbrado. De hecho, se ha llegado a rumorear que el estilo de Gens resultaba tan excesivamente crudo que su papel como director de las aventuras del Agente 47 peligraba. Nada más lejos de la realidad, el realizador logrará sin duda introducirnos en una atmósfera ciertamente malsana, pero cuya negrura no ocultará nada en su interior. En resumidas cuentas, compaginar el gore con otras pretensiones es algo muy difícil de llevar a la práctica, sobre todo si hablamos de un film que se atribuye unas connotaciones políticas como las mencionadas.