Crítica de la película Una botella en el mar de Gaza por William Munny

Enfrentarse a un problema tan lejano y tan cercano, donde cada uno tiene su opinión, ya lo creo, es complicado cuando se trata de juzgar una película que trata en primer término un conflicto, como todos, tan complejo. Una botella en el mar de Gaza comienza directa y eterna, muestra lo que ya sabemos y propone un mensaje inicial que busca diálogo. Lo hace con los personajes pero también con el espectador de manera inteligente.

Nada tremebunda ni lagrimera, nada codiciosa de sentimientos sencillos, poco a poco va conformando una relación por escrito, con anhelos y dudas, con juventud pero con universalismo, que somete al espectador a los doblegamientos argumentales de ambos bandos, sin tomar partido. Este ejercicio además de meternos en el film nos proporciona resortes para comprender como asistentes a historias de cine, en el concepto de lo posible e imposible.

En su parte final, ya ganadora de nuestros momentos, se muestra cuando más realista y cierta, cuando más clarividente y dura, en una escena que no culmina, en un encuentro de cine que no es posible, despertándonos de cualquier atisbo de final feliz, al menos a la manera que el séptimo arte nos tiene acostumbrados.

 Un muy buen trabajo, sencillo y pensado, que remueve conciencias, desata pasiones contenidas y relaja al consumidor de cine hasta el lugar de los análisis sociales y políticos del cine con el ser humano, siempre, como centro y miseria.