Que desde Taiwán aparezcan recurrentes formas de hacer cine algo más ácido e interesante que desde los grandes estudios me llena de satisfacción. Con poco, supongo, unos cuantos actores, una dosis de detalles técnicos justos pero dignos, y un guión exagerado pero llevado con cuidado para hacer una casi comedia fácil de digerir, “El sabor de la sandía” se muestra una elección firme para entretenerse, dejar volar un poco las normas del cine realmente elaborado y dar paso a nuestras mentes a otros fotogramas que no se ríen de nadie, sino de sí mismos.