El epílogo de la pre y post de War Horse podría ser algo así
como "en el fondo es Spielberg". Con todo lo bueno y malo que puede conllevar
esta afirmación. Empezando por lo bueno, y a pesar de que todo el envoltorio de
esta película podía llevar a pensar en Disney, en Lassie, en cine de tarde,
Spielberg es capaz de jugar con tus emociones como nadie. Si a Proust le
bastaba el sabor de una magdalena para desatar un tormento de sensibilidades,
de emoción y de pasado, Spielberg necesita poco más y uno se da cuenta que,
casi sin darse cuenta, ha caído en la trampa emocional de Spielberg, una vez más,
y no puede evitar mirar la pantalla con ojos de niño y encogido el alma. Eso es
Spielberg. Esa es la materia de los sueños que algún día alguien le susurró al
oído, como si fuera un elegido.
Ese es el fondo y la forma, como ya tuve ocasión de
plantearme en la post de Munich, creo que a Spielberg le encanta en la forma
jugar a ser muchos. Le gustó parecerse a Hitchcock en Munich; a Wilder en La
terminal; incluso me atrevería a decir a ser Kubrick en Inteligencia
Artificial; y en esta película, sobre todo en su primeros 45 minutos, hace todo
un homenaje a John Ford, a El hombre tranquilo, a los verdes paisajes, a las
comunidades que laten como una sola por los problemas de uno de sus miembros, a
ese viejo e inmortal cine de buenos y malos rurales, a simpáticos borrachuzos y
fanfarrones incorregibles. Lógicamente el juego de forma se queda en eso, pero
sirve para atraparte y para prepararte ante lo que fue esa gran tragedia de la Primera Guerra Mundial y para
utilizar al caballo como el macguffin y leitmotiv de diferentes historias y
vivencias dentro de la Gran Guerra.
Impecable esa primera historia con el gran Benedict
Cumberbatch encarnando el espíritu con el que británicos y franceses se
lanzaron a la guerra contra Alemania, pensando en una rápida victoria y en un rápido
reconocimiento de gloria. En esa última gran guerra en la que se luchó a la
vieja usanza, con la caballería, a excepción hecha del inútil esfuerzo polaco
al inicio de la Segunda Guerra
Mundial cuando lanzaron a su caballería contra los panzer alemanes. Y ahí
Spielberg empieza a regalarnos toda una serie de hallazgos visuales como ese
montaje entre caballería cargando y plano de las ametralladoras y los caballos
pasando sin jinetes. Antes nos había dejado ese otro hallazgo en el fundido
entre la tela que está tejiendo Emily Watson y el campo que va a arar Albert.
La siguiente historia, la de David Kross y su hermano, es la
que más me ha gustado. Esa historia de cariño fraternal cuando el mundo se
estaba resquebrajando y esos dos planos maravillosos. El primero, contrapicado
bajando la escalera del molino con "A mistake?; No, a promise"; y el segundo,
ese planazo de fusilamiento tapado por las aspas del molino. Spielberg se crece
y enlaza con la aparición de Emily a través del ojo del caballo para dar lugar
a la historia quizá más floja y edulcorada, una especie de oasis en el
desierto, con un autohomenaje de Spielberg en el momento de la colina con su La
guerra de los mundos.
La película va ganando fuerza y matices y el canto se va
rodando hasta llegar a ese momento de absoluta potencia visual como es el
caballo saltando y brincando por las trincheras hasta terminar en tierra de
nadie. Una auténtica gozada que da lugar a esa magnífica escena de bandera
blanca y hermanamiento aunque sea momentáneo y de honor en una contienda que
nunca había visto el deshonor que supuso la guerra de trincheras del frente
francés.
Después la película se va desinflando hacia los
convencionalismos de un final que no por más conocido y esperado es menos
intenso. Spielberg termina con un pseudohomenaje crepuscular a Lo que el viento
se llevó y se cierra una película que da mucho más de lo que parece a los que,
como yo, osaron poner en duda el material Spielberg.
Merece que destaque en el lado negativo de este film esa
dichosa manía que tiene Janusz Kaminski de iluminar y de quemar la luz que
entra por las ventanas, que quizá podía tener algún sentido estético en Munich
al estar homenajeando también al cine de los 70, pero que aquí sobra y chirría.