Es una lástima que a Glazer se le vaya el barco a la deriva en el último tercio del viaje, porque hasta ahí nos había regalado una película con una grafía que, a mi, personalmente, me ha sorprendido. Un estilo narrativo muy personal pero, a su vez, tan cercano a la caligrafía clásica europea... Glazer tiene la sana osadía de narrarnos su historia con una pausa, una parsimonia, una confianza, una tranquilidad, un simbolismo y una poesía impropias del cine yankee de nuestros días.
La película avanza majestuosa, sorprendente, elegante, poderosa y calma durante sus dos primeros tercios, apoyada en unos protagonistas impecables y una bellísima Nicole, cada día más clásica, cada día más por encima. La película avanza con un estilo que la alejan del recuerdo de cualquier otra, con esa narración sobria cuyos acentos remarcan momentos realmente brillantes, exquisitos: Sin ir máslejos, esa larga, valienta y fabulosa introducción, en el parque.
Es a partir, más o menos, del momento en que la bella Nicole se deja vencer, se permite creer, y se "convierte" en la neo-esposa de Sean cuando el barco pierde su rumbo. Los guionistas no saben como encauzar el tramo final, a qué puerto llevarnos. Encuentran uno, sí. Pero, ¿el que deberían? Sé que el problema de esta trama es precisamente su difícil resolución; ¿a alguien se le ocurrió un final mejor? Pero ocurre que estamos aquí para analizar, agradecer o criticar, comentar... pero no para dar alternativas a quienes ya han hecho su película.
Es una pena, sí, señor Glazer, porque hasta aquí nos estaba usted regalando una obra de 5 estrellas, una sorpresa inmensa, una maravilla en todos los sentidos. Pero, en cualquier caso, hasta cuando el barco pierde el rumbo, se ladea y hace temer lo peor a sus viajeros, hasta ahí, usted, señor Glazer, sabe mantener el pulso firme y se permite regalarnos, aún, varios momentos más de poderosa poesía visual, de talento creativo, de calma, de significado a través de la mera imagen.
Ýo sí creo en usted; le tendré en cuenta, para el futuro.