¿Cómo no voy a conceder las 5 estrellas si contiene el mejor orgasmo femenino de la Historia del Cine?
Empecemos por lo primero. Kim Ki-Duk es un mago, uno de esos artistas que con poco te regalan algo mágico y grande. Y eso es lo que hace con esta película sobre dos personajes que se lo dicen todo sin palabras y a través de un arco.
La película arranca con un arco tensándose y piensas: música de cuerda. Y comienza a sonar un instrumento de cuerda. Esto parece muy lógico pero él lo continúa con el timbal, aparece en escena y suena un timbal, y lo remata con el violoncello o viola, perdóname Rómulo y Remo. De la nada, Ki-Duk consigue una escena de un poder y una evocación fuera de lugar.
Y, a partir de ahí, el director de la gorra nos regala una película soberbia con un lenguaje meramente visual y musical. En el mejor estilo del cine mudo. Una historia amena, con tintes agirdulces, de obsesiones y amores. Como el mejor de los surrealistas engatusa al espectador con el juego de las adivinaciones, con esos cuchicheos al oído. Con esa maravillosa y bellísima actriz columpiándose junto al barco, con sus pies rozando el agua, en esa especi de paríaso que todo aquél que llega intenta subvertir. Unos por el mero placer (los dos primeros que tratan de violar a la joven), otros, como el joven, con la excusa de la filiación. Todos la quieren. Todos tienen sus motivos. Y nadie es el bueno.
Ki-Duk nos envuelve en su mundo en el mar con una magistral fotografía, con una banda sonora que cuando la oyes, pasa a formar parte del ADN de uno, con un climax que te deja boquiabierto. Ese pequeño barco tirando del cabo que tiene atado el cuello del viejo en el barco. ¡Qué momento dramático más enorme con tan poco!
Y, el final, con el arco al aire, el viejo despareciendo en el mar, y ella perdiendo la virginidad con la flecha que cae del cielo. El Cine no está hecho sólo para contar historias. Y esta película lo demuestra. Un poema visual.