Después de una etapa menos brillante de su carrera, con títulos como Big fish, apreciable e inteligente pero falta de la fuerza original de sus mejores películas, divertimentos deliciosos pero menores como Charlie y la fábrica de chocolate, y una gran excepción, esa joya titulada La novia cadáver, Tim Burton parece querer volver a su mejor senda, retomando su genuina oscuridad (en todos los sentidos: temática, de miras, de estilo) y apostando por un renacido interés experimental.
Aquí, Burton aprovecha un éxito de Broadway para probar a disfrazar de musical una trama sangrienta y obtusa sin que, precisamente por sus canciones y coreografías, la película pierda ni un sólo ápice de tenebrosidad y bruma. Una apuesta interesante en la que Burton se juega parte de su éxito con otro nombre propio: Stephen Sondheim. Suyas son las partituras originales del musical, si bien el acierto deberá estar en la adaptación de esa música a la película, logrando -espero- que casi nos entren por los oídos como dolientes diálogos de venganza y no como simples canciones.
Ante la cámara, el gran aliado: Johnny Depp. Este complicado actor es a Tim Burton lo que De Niro fue a Scorsese y ahora es Di Caprio. Su rostro más recurrente, su alter ego. Además, ha tenido el acierto de estar en sus mejores películas: fue Eduardo Manostijeras primero y luego, entre otros, fue Ed Wood. Por lo demás, Depp es un tipo al que hay querer muy mucho. Y es que si no, le puedes coger una tirria de espanto. Cuando no hay a su mando un director lo suficientemente firme, su querencia por lo extravagente, lo histriónico y lo extremo puede llevar al espectador más tranquilo y clasicón al paroxismo. A mí (casi siempre) me encanta.
Aquí estará perfecto. No lo dudo. Sus colaboraciones con Burton responden a una capacidad de entendimiento más allá de lo estrictamente narrativo, para entrar en el campo de lo puramente sensorial. Y para completar ese ballet de gestos y miradas barrocas acompañan nombres de peso como Helena Bonham Carter (la señora Burton), Alan Rickman (El perfume) o Sacha Baron Cohen (¡Borat!).
No espero menos que una maravilla. Un imaginario de sombras, callejuelas y sangre al nivel de lo mejorcito de Burton, una música al nivel del mejor Danny Elfman (habitual del director y al que esperemos no echar de menos) y un Sweeney Todd al nivel de lo mejorcito de Depp.