Thomas Vinterberg (Celebración o Cuando un hombre vueve a casa) me gusta y su cine también. Sus inicios junto con Lars Von Trier rollo Dogma sólo eran la constatación de cierta insolencia, de rebeldía plausible para con el cine desde un país que lo aceptó y contempló como muy bueno. Su viaje hacia historias propias pero dirigidas con talento y recursos me han poseído con fuerza calculada.
Este año en Cannes presenta una nueva película en colaboración en el guión de nuevo con Thobias Lindholm, ya colaboró con él en su anterior film Submarino, y nos presentará de nuevo un personaje solitario y necesitado de buscar alternativas en una sociedad muy poderosa en cuanto a lo que se refiere a los rumores, las medias verdades y el boca a boca tan recalcitrante que pensábamos en Escandinavia no afectaba tanto.
Ver a Vinterberg es garantía de drama, ver a este director es garantía de cine humilde pero cierto, entero, buscador, es garantía de cine implicado y de calidad pero no exento de ganas de ayudar al espectador sin entrar en florituras comerciales. Analiza momentos y hombres, cuenta historias y su ambiente. Hace cine.