El hombre no es más que un animal inteligente. O quizás en el fondo seamos peores que las bestias. Esta es una de las conclusiones que se sacan después de analizar la poco amable visión de las relaciones humanas que Samira Makhmalbaf expone en su última película. La deshumanización de la infancia es un tema muy presente en la sociedad actual pero lo cierto es que el espectro de reflexión del film puede extenderse a otros tantos como pueden ser las injusticias sociales o la pervivencia de la esclavitud. De hecho, aunque la película se localice en un entorno concreto, lo cierto es que su temática es universal.
Tras la historia de un menor disminuido psíquico que es contratado para servir de montura a un niño inválido se esconde una intención claramente metafórica. Para ello la primogénita de los Makhmalbaf recurre a imágenes poéticas difícilmente interpretables, como ese plano constantemente repetido del caballo recién nacido, el vuelo de las aves en el cielo o la mirada curiosa a los pies pintados y los tacones de una mujer cubierta por un burka. Todo es espantosamente Arty. Son además imágenes que contrastan abiertamente con otras mucho menos agradables. Resulta muy incómodo ver como la directora incide en los planos de niños mutilados, ese cuerpo destrozado desnudo en la bañera, el arrastrar de manos por suelos polvorientos... Two-legged horse no es en absoluto una película fácil ni agradable de ver, pero eso no quiere decir que sea necesariamente un buen trabajo ni mucho menos.
La relación entre los dos infantes atraviesa fases de crisis, renace y vuelve a caer sin obedecer a ningún tipo de lógica. Se nos da a entender las causas de todo este sufrimiento, tanto en esa forzada visita a las tumbas de la madre y las piernas del niño rico como en los anocheceres y despertares dentro de la sucia chimenea que hace de casa del pobre. Alguien debiera explicar a la directora en qué consisten las elipsis narrativas, aunque mucho me temo que si no las utiliza es porque no tiene absolutamente nada más que contarnos. Solo asistimos a una progresiva degeneración de la situación. Es incomprensible por qué no se decide profundizar más en las motivaciones de cada niño. El nulo avance en el desarrollo de los personajes conlleva que las escenas se repitan una y otra vez, ya sean los intentos por vencer en una carrera contra los compañeros de clase, las batallas cuerpo a cuerpo o los escarceos con el intrascendente personaje de la mendiga. La transformación final del niño en bestia termina de rubricar un mensaje tan pesimista como terrible.
Estéticamente la película responde a los tópicos del clan Makhmalbaf. Esos enfoques fijos en los personajes, la silueta de un árbol recortado en la línea del horizonte, el recorrer de los caminos con otras tantas acciones en segundo plano, son muy característicos no ya de la familia sino de toda la cinematografía iraní. Es una lástima que de tan alargadas, incluso escenas como la de los caballos -con ese fantástico clímax musical- vayan perdiendo fuelle irremediablemente. Mención especial merecen los dos niños protagonistas. Los dos actores dan lo mejor de si mismos, pero el mérito corresponde también a los profesionales del equipo. No debe ser tarea fácil trabajar con intérpretes no profesionales que además son casi réplicas de los personajes que interpretan.
Las comparaciones son odiosas, pero resulta indispensable comparar Two-legged horse con un film como Buda explotó por vergüenza. No solo porque las dos estén rodadas por miembros de una misma familia o porque las dos directoras utilicen actores no profesionales y hayan filmado en Afganistán o ambas se refieran a la corrupción de la infancia. Si esta comparativa es necesaria es para entender el principal motivo por el que la película de Samira no funciona y en cambio la de su hermana Hana si lo hace. Y este no es otro que la conexión de los personajes con el espectador. Así como uno se encariñaba fácilmente de la pequeña Baktay, no resulta posible llegar a comprender las motivaciones de estos dos protagonistas. Que la película es terriblemente cruenta está claro, pero de nada sirve eso si su mensaje no llega al corazón. Y es que Two-legged horse debiera haber sacrificado su metáfora hiperbolizada en pos de una mayor emotividad.