Vuelve a la carga el personal director mexicano Arturo Ripstein que, una vez más, repite en la que parece ser su casa, el Festival de Cine de San Sebastián. Se trata de una película que rompe un silencio de cinco años, desde El carnaval de Sodoma, que podemos decir no se encuentra entre sus mejores films.
Para quien ande un poco despistado con este director, estamos hablando del máximo responsable de títulos como El coronel no tiene quien le escriba, El lugar sin límites, Principio y fin, La perdición de los hombres o La reina de la noche.
En esta ocasión se embarca en un proyecto tan interesante como arriesgado para quien empieza viendo los toros desde la barrera. Y es que su mujer se atreve a realizar una adaptación libre del clásico inmortal Madame Bovary, de Gustave Flaubert.
La película mantiene el carácter coral de buena parte del cine de Ripstein, encabezando el elenco Arcelia Ramírez, Vladimir Cruz y Plutarco Haza. El film está rodado en HD y con un blanco y negro que quizá dé muestras de un intento de revisitar un texto clásico desde la afirmación intemporal de los sentimientos que mueven al personaje principal. Un tipo de cine con cierto aroma a tesis, a experimento de quien ya ha acumulado tantas canas que es capaz de no querer abrumar en cada plano. Un riesgo con el que quizá acabemos con una película irregular por momentos en el que la tesis se caiga de los palos del sombrajo y no consigamos más que una reflexión de sentimiento a flor de piel, de cierto erotismo incómodo pegado en la piel, de ese sudor veraniego que da sentido pero molesta.
Me da miedo que tanto exceso de coralidad lleve aparejado que tengamos que descartar en nuestra particular partida del ¿Quién es quién? a demasiado personaje hueco en pos de la tesis para encontrarnos alguno verdadero.
No obstante lo anterior, una película de las de circuito festivalero a tener en cuenta.