Segunda película del año para Clint Eastwood tras su fallida El intercambio. Son dignos de todos los aplausos la calidad y lo prolijo de sus últimos años, donde es capaz de regalarnos un ritmo de producción de películas que ni Woody Allen.
Tal y como ha comentado mi compañero Sherlock, todo apunta a que El intercambio era la película de encargo, y ésta era la película que Clint quería hacer, en su estilo, en esa mixtura de humanismo y retrato hiperrealista. Nadie como Eastwood para interpretar y dar vida en todos los sentidos a ese personaje duro, posiblemente viudo o divorciado, que es capaz de arrancar la sonrisa tímida del "joder, lo que va a pasar aquí".
El problema con el que se enfrentará la película es con la falta de frescura. Nos sabemos de memoria el planteamiento, nudo y desenlace de la película de Eastwood, y su estilo de dirección y narrativa más clásica nos invita a acomodarnos en la butaca. No habrá otro Million Dollar Baby, afortunadamente, en la que el guión se erija en protagonista imprevisto. Ésta será una película clásica, de obligado visionado para todo amante de cine, y maravillosamente bien iluminada pot Tom Stern.
Un peligro de exceso de protagonismo Eastwood.