Gore Verbinsky fue el director de la saga de Piratas del Caribe, una divertida, entretenida, diferente y estrambótica saga dónde se recuperó el género bucanero con humor y una producción que no reparaba en gastos. A decir verdad, conforme iban llegando las nuevas entregas, todo se hacía mucho más estrafalario, extraño y rimbombante, gracias sobre todo a un Johnny Depp con el que no sabías muy bien dónde empezaba y acababa su encarnación de Jack Sparrow, totalmente desatado, pero que nos ha dejado un peculiar e inolvidable personaje para la posteridad. Esta especie de envenenamiento progresivo a triple banda entre director, actor y personaje, se vio algo afectada en Rango, que aunque era una película de animación hecha por ordenador, seguía manteniendo algo de Depp y de Sparrow en el personaje del camaleón, como si fuera ya difícil separar la influencia que se ejercen entre los tres.
¿Y todo este rollo a que viene? A que en esta adaptación del programa radiofónico y serie televisa estadounidense, se vuelven a juntar Verbinsky y Depp, con todos los indicios apuntando a que el Llanero solitario va a convertirse en una versión de Sparrow a caballo. Pero por otro lado, a nadie se le escapa que ese tono estrafalario es el contrapunto perfecto para historias más sobrias y manidas que nos servía el western, aunque ya Tarantino con su Django ha empezado a revolucionar el género. ¿Puede ser esto el principio de otra franquicia que nos de más títulos? No me cabe la menor duda, sobre todo estando Jerry Bruckheimer detrás. Un punto a favor, la banda sonora de Hans Zimmer, que seguro volverá a firmar melodía difícil de olvidar.
Entretenimiento y espectáculo asegurado, quizá a costa de una ostentosidad fanfarrona que no respete la esencia del personaje. ¿Pero qué generaciones recuerdan al llanero? Este tipo de cine va dirigido a otro público, uno que tiene el concepto diferente de héroe, que da por sentado que tiene debilidades y que espera una exhibición desmedida de las aventuras de este ranger. La trama será lo de menos, en una consecución atosigante de escenas desmesuradas.