Hay películas que son lienzos. Lo comentaba de una de las películas más interesantes de este año, El desconocido del lago, y lo he vuelto a sentir con Jauja. Lienzos sonoros, claro. En ambos casos, el sonido del viento, de la naturaleza, enriquece la contemplación de un bellísimo cuadro paisajístico. Lissandro Alonso consigue composiciones con una fuerza asombrosa, que te mantienen la mirada fija en un plano que se extiende más de lo que, quizá, su narrativa le permite. Ocurre desde el primer plano de la película, con una atípica posición de los personajes, de frente y de espaladas, en el centro. Los colores, perfectamente definidos y contrastados, y la forma casi perfecta. Un buen trabajo del director de fotografía habitual de Aki Kaurismaki, Timo Salminen. Y más allá del puro goce estético, una propuesta sugerente, que nos sitúa en una época y un lugar inmediatamente, apoyado también en el prólogo de texto que nos habla de la búsqueda de la mítica Jauja, como si fuera una de las historias apasionantes del Baudolino de Umberto Eco. Misticismo, aventura y misterio en una tierra casi virgen, por descubrir.
Eso que ya se asoma con fuerza en el primer plano, lo seguiremos teniendo en todo el primer acto, con diálogos acerca de personas y lugares, leyendas contadas en una playa de un paisaje que está destinado a convertirse en el protagonista de la historia. Personajes atractivos, en positivo o en negativo, y una atmósfera de peligro y aventura que nos motiva para lo que vendrá. Después tenemos una segunda parte que va adentrándose en lo onírico en la misma medida en que el personaje se va perdiendo por esa tierra por descubrir que es Patagonia.
Jauja es la historia de una búsqueda desesperada, que va más allá de cualquier rastro de sentido común. Continuar guiado por la necesidad de alcanzar un objetivo imposible y perderse a cada nuevo paso. A medida que avanza la película, el protagonista se va hundiendo más en una pesadilla de desorientación metafísica. Un hombre destrozado por la locura que pierde todo lo que tiene pero sigue caminando. Hasta tal punto pierde su enlace con el mundo, que la continuidad del tiempo se desvanece, con esa aparición de la versión anciana de su hija. Parece mentira, pero hay algunos puntos en común entre esta trama y la de una película tan aparentemente opuesta como Interstellar.
Esta es la primera vez que el director trabaja con actores profesionales, y la verdad es que ha acertado con Viggo Mortensen. Primero, porque está plenamente entregado (hace trabajo de producción, compone la banda sonora y hasta ha corregido algunos subtítulos según dicen). Segundo, por su presencia, que ya conocíamos como carismática, pero que dentro de estas imágenes tan poderosas, crece. Y en último lugar por lo bien que se maneja en el personaje de danés pues su padre es de allí, lo que le permite moverse cómodo en ese idioma.