Adornos y más adornos en un film para olvidar. Si la Longoria está para llamar la atención y la Basinger para mantenerse en pie y no decir mucho, el resto son también una comparsa al puro estilo de cine de acción del presidente, aunque me haya gustado un poco el señor Keefer Sutherland.
Parámetros mil veces vistos en torno a la seguridad y el único aliciente del adulterio presidencial pero todo a toda pastilla, son los únicos ingredientes de una primera parte al servicio de un carroza que quiere aparentar todavía nervio, Michael Douglas.
Después lo típico, una persecución que termina en dudas de disparar, con chalequico y todo, y las pruebas de los malos como si nada apariciendo para redondear una escena final, fea y oscura, sin demasiada originalidad y carente de demasiada lógica.
KGB 20 años después, ánimo con estos olímpicos intentos de crear films de servicio secreto.