No esperaba mucho, tan sólo diversión digna de merecerse un dos, un ni fu ni fa. Pero me temo que ni mi ínfima predisposición a esperar algo medianamente digno, ni los kubatas que han caído según se desarrollaba la cinta, han podido evitar lo inevitable.
No es mi intención excederme, no me gusta aprovechar una mala película para cebarse hasta rozar el ensañamiento, Simplemente intentaré esquematizar aquellos que más me ha herido. Está en boga desde hace algún tiempo el debate de las adaptaciones, y las actualizaciones de textos clásicos. Aquí se trataba del inmortal texto de Julio Verne, quizá su novela más famosa, o con la que más éxito cosechó en vida. Esta novela se enmarcaba en el Londres victoriano de 1872, y tenía por protagonista a un distinguido y enigmático caballero inglés que respondía al nombre de Phileas Fogg.
Empecemos por este punto. No es que el guión se haya centrado básicamente en el personaje de Picaporte (Jackie Chan), es que el de Fogg ha sido rebajado al lodazal. Se convierte en un loco inventor, torpe, ingenuo, estirado y sin ninguna magia, dispuesto siempre a provocar la carcajada del niño de 8 años. Patética la construcción del personaje por parte de Steve Coogan.
Desde los mismos títulos de crédito la película se decantan por una estética de lo más infantil, que nos acompaña a lo largo de todas las transiciones, a medias entre la caricatura y los dibujos animados, hasta la astracanada de los relojes mientras atraviesan Estados Unidos.
Del espíritu de la novela queda más bien poco, la premisa, el pretexto para introducirnos en una película de Jackie Chan, de esas que mil veces ha rodado, y rodada esta vez por alguien que no es ningún especialista, Mr. Coraci, que más podría pensar el dedicarse a hacer secuelas de "El aguador" que a seguir molestando a egregios literatos.
Ahora bien, no creo que haya momento más sonrojante y recalcitrante que el de la aparición del actor-gobernador Schwartzeneger, encarnando al Príncipe Hapi. No tiene palabras. Quizá una: ¿humillante? Además el intelectual del guionista de turno nos deja una lindeza impagable en la boca del antiguo Terminator. Dice él que en su bañera ha estado el presidente (republicano) de los Estados Unidos Rutheford B. Hayes. Si la historia se sitúa en 1872, y él presidió EEUU de 1877 a 1881, ¿cómo pudo ser esto? ¡Y qué más da! He dicho que no quería cebarme. Si ya para entonces había aparecido Van Gogh pintando en París sin oreja, cuando en teoría contaba sólo con 19 años, y aún tenía las dos orejas. O la postrera aparición de los Hermanos Wright, cuando en 1872 debían tener unos 7 años.
Volviendo a temas más importantes, ¿en qué momento de la película llegan a la conclusión de que es Picaporte el ladrón del Banco de Inglaterra? Porque en la película que he visto yo ni se hace mención de ello.
Y todo, para que nos vayan obsequiando con escenas de comedia de aventura para retrasados mentales, en una burda copia del humor, ya de por sí bastante burdo, de las Momias de Sommers. ¿Por qué hay que buscar este pretexto? ¿Por qué nos tienen que destrozar algo de por sí cuasi-perfecto para colarnos lo de siempre? ¿Por qué en Hollywood siguen buscando estúpidos pretextos? ¿Por qué nos tenemos que tragar ese SONROJANTE final de populacho contra el malo-malísimo con aparición estelar de la ¡reina Victoria! encarnada nada más y nada menos que por ¡Kathy Bates! (¿pero esto no lo había visto yo antes en "Shakespeare in love"?). Pero, lo peor: ¿por qué hay gente que para divertirse sigue demandando esto y no AVENTURAS de verdad en la línea de Indiana Jones?
Me voy a preparar otra copa, que necesito olvidar ráidamente esto que acabo de tragarme.