Coincido con el jurado de esta edición del festival en alabar la dirección de Jingley Xu, aunque no he visto todas las películas de la sección oficial y no puedo decir si es la mejor. Desde luego es una sobria y elegante dirección, más occidental que oriental, con una carga de detalles, de utilización de los objetos muy interesante. Como actriz, dentro de lo difícil que es evaluar una actuación oriental, siendo esta una cultura tan lejana a la nuestra, pienso que correcta sin más, que posiblemente es más que el resto del reparto.
Y hasta aquí llegan las tres estrellas, las que gana la dirección. Porque la historia está desarrollada de una manera, digamos, inadecuada.
Para empezar está el planteamiento, que es el típico que pinta interesante pero realmente no tiene mucho que desarrollar. Y es que con los cinco primero minutos poco queda por decir de la película, ya está todo resuelto... sólo queda sentir la película, porque ya sabemos por donde va a tirar, las reglas impuestas al principio no dan ninguna libertad. Y eso que, a modo de truco desleal, la protagonista es olvidada dos veces por el despistado amante. De no ser por este truquito la película habría sido un callejón sin salida. En general se puede decir que la acción no avanza hacia delante sino que se queda estancada, delimitada por la convicción de que esos amantes no podrán nunca llegar a nada especial, y por una necesidad de rellenar metraje para que no se quede en un medio.
Los personajes están muy desdibujados. Él es más un reflejo de la atracción de occidente (que sin duda siente la directora, según denota su dirección) con un carisma nulo. Ella, que va desde la niña soñadora hasta la mujer que se casa por conveniencia y la historia termina quedando en una aventura sexual más que en historia de amor. Y la poesía fue aniquilada por el rodillo occidental.