Fácil definir esta película. El clásico producto de aspecto molón pero con producción más modesta de lo que pueda parecer, hecha sin gastar demasiado por si acaso, intentando aprovechar el éxito a lo grande de otro título anterior para subirse al carro. El señor de los anillos, trilogía interesante y convencional, además de fenómeno taquillero, ha supuesto y supondrá que de tanto en tanto tengamos que tragarnos un Eragon de estos.
El interés de sus creadores no radicará en la búsqueda de nada original, nuevo, diferente. Y estará por ver si habrán querido perseguir, siquiera, adjetivos como "válido", "interesante" o similares. Profesional. Sólido. Divertido. Yo qué sé. Es que a uno lo último que se le pasa por la cabeza es que esta fotocopia con niño repelente y dragones pueda ser ni mínimamente merecedora de pagar una entrada del cine.
Eragon, el niño de los dragones, al menos podrá fardar de haber fichado a Malkovich, y a Carlyle, y a Irons. Aunque, bueno, a Irons (¿será casualidad?) ya lo vimos en la estupendísima y logradísima, ejem, Dungeons & dragons...