Julio Medem nos cuenta aquí la historia de dos mujeres que poco a poco van
abriendo sus corazones la una a la otra, entre medias verdades
envueltas en medias mentiras, para desembocar en un amor puro y
sincero. Un amor que, lógicamente, no tiene futuro. Todo esto
aderezado con unas sensuales escenas de cama (y bañera) como sólo
el director donostiarra es capaz de rodar.
Fuera de esto,
queda muy poco. Los elementos dramáticos (la muerte del crío, el
padre que abusa de la hija, etc) están ahí sólo al servicio de una
necesaria apertura de los personajes. Tranquilamente podríamos
cambiarlos por otros y la película no se resentiría. Es por esto
que aunque mantienen el entretenimiento mientras ocurre todo lo
demás, no importan demasiado.
Lo único que puede
importar aquí es si al final terminarán juntas o no, y la respuesta
se puede anticipar con meridiana claridad. La película se vuelve
algo más tediosa y sólo quedan las escenas de sexo para animarla.
Las dos actrices funcionan bien, especialmente Natasha Yarovenko,
quien además de tener un cuerpo impresionante, ofrece una
interpretación comedida.
Me sorprenden
algunos tópicos que se pueden ver en la película, como la camisa
que lleva Elena Anaya en la primera escena, o la tenista rusa.
En definitiva, una película muy menor en la filmografía del
director, que espero que vuelva a remontar su carrera. Está claro que me quedo
con el Medem del universo mágico de sus primeras películas.