Afortunadamente ya en mi precrítica me olía todo lo que podría ofrecer la película Desert Flower. Personalmente, creo que no es una película de corte festivalera aunque puede encajar en la cartelera del resto del año. Sin pasar por San Sebastián hubiera pasado desapercibida.¿Porqué? Porque aporta exclusivamente en el aspecto de film denuncia. Mucha gente podría pensar que éso ya es suficiente para colocarla entre las mejores. Da la casualidad de que las mejores se caracterizan por aportar en lo cinematográfico y en lo social. Y eso, siempre es un requisito para un tipo de público como el de San Sebastián acostumbrado al cine de buena factura. En lo que sí estoy de acuerdo es en la postura tan crítica que toma. Desert flower es una denuncia clara y esplícita sobre una maldita manía que aún se practica en muchos países del mundo. Estoy hablando de la ablación. Porque durante las dos horas de proyección se cuenta una historia, la de una mujer de Somalia a la que se le practica la ablación a la temprana edad de tres años y no alcanza el sentido de ser mujer, no disfruta de su sexo, no se quiere, no quiere querer a los demás porque no se siente parte de su cuerpo, porque lo que la hace mujer se le arrebató. Un conflicto que no nació ayer y que diariamente roba la esencia de lo femenino a muchas mujeres del mundo.
He de reconocer que ha sido un simpático encuentro con los derechos humanos. Y digo lo de simpático porque la película ha ido viviendo de la gracieta, del paisaje urban londinense, de una compañera de piso ortera, de una ejecutiva de la moda repija. Parece que tras Guys and balls, su directora, Sherry Horman se consolida como una directora de temáticas sociales con el simpático envoltorio de la comedia. Muy recomendable para los que no quieran sumergirse demasiado en el cine independiente. A pesar de su temática, es una película de baja calidad.