Llega el desenlace de la saga cinematográfica del joven mago Potter. Yo aún me he resistido a leerme las novelas. No piensen ustedes que por algún estúpido deseo de desmarcarme de lo exitoso, sino porque casi prefiero terminar de ver la historia a través de las películas y sumergirme a posteriori en el mundo de las novelas. Veremos.
Por de pronto tenemos el estreno hoy de la primera película del último libro. Se ha hablado mucho que conforme Harry Potter se hacía mayor, la trama se complicaba y los libros engordaban en páginas y las películas, por el contrario, menguaban en metro de celuloide.
He aquí que la decisión de la división de la última novela puede obedecer a razones de querer que no se escape la esencia de la novela o a lo que yo bautizo como el síndrome de "El ataque de los clones". Ya sabrá Usted, querido lector, que en esta página somos muy dados a encontrar síndromes cinematográficos. ¿Y qué quiere esto decir? Que nos van a preparar el final durante dos horas y media que nos van a dejar con las ganas y con poca chicha, poco alimento para el espíritu freak.
Es un pálpito, que de eso malvivimos en esta página. Por lo que respecta al plantel estelar no hay novedades y en el apartado técnico sigue estando David Yates al mando, un director interesante pero que me parece que no tiene la capacidad de ser brillante en nada. No es Peter Jackson y en la anterior película ya lo demostró. Su mayor habilidad puede estar en el enfoque visual, faceta en la que contará con Eduardo Serra, pero viene de desaprovechar el que quizá sea el segundo momento más dramático de la saga.
Todo listo, el olor a palomitas inunda la saga, la butaca espera.