Belén Macías apuntaba maneras ya desde su cortometraje Mala espina. No en el apartado de dirección, bastante plano, pero sí contándonos una pequeña historia de un modo cuando menos interesante. Sin embargo, el síndrome del largometraje español le ha golpeado de lleno. Funciona así: una serie de jóvenes directores se dedican a buscar nuevas historias y formas para sus primeros cortometrajes con los que se dan a conocer. Una vez que ya consiguen dar el salto al largo, consideran que aquello de la creatividad y la imaginación ya se pueden dejar de lado, eran tonterías del mundo del corto. Ahora lo importante es tratar una problemática social. Ahora ya se puede rodar OTRA película de crítica social.
El festival de San Sebastián, como no puede ser de otra manera, recoge este año su muestra de este cine social sin inquietudes creativas. Hará las delicias de quienes disfrutaron el año pasado con 7 mesas de billar francés. También hay que decir en favor del Zinemaldi que, al mismo tiempo apuesta, aunque no premia, otro tipo de cine español como puede ser Casual Day.
Cine comprometido, que nos habla siempre de personas que las están pasando putas. Que loable dar voz a quienes la sociedad ha dejado de lado. Está claro, que entre la amplia oferta del género, el Zinemaldi ha buscado una película de cierta calidad. Un reparto con Candela Peña al frente, actriz bien dispuesta a convertirse en la abanderada del cine social y Blanca Portillo, que el año pasado ya ganó la concha de plata por la citada película de los billares, atención que este año tranquilamente podría llevársela una de las chicas. También la omnipresente Verónica Echegui, (la Juani para los amigos) que hace doblete en el festival con La casa de mi padre.
Será una película bien interpretada, con diálogos frescos, una dirección simplona y algún momento burdamente emotivo. Será la misma película que llevamos viendo años, da igual si son mujeres en una cárcel, la prostitución, el paro, la inmigración, las drogas, los mineros o la eutanasia. La culpa la tiene la gente del cine, por plegarse, está claro; pero antes que ellos, la culpa la tiene un inmaduro público español que aún no sabe ver cine, que ha pasado bruscamente de Ozores a León de Aranoa, y que no está dispuesto a dar una oportunidad a nuevos talentos de nuestro cine que sí firman películas interesantes y, sobre todo, diferentes. Nos dan el cine que el público ve en las salas. Menos quejarse y más informarse y elegir.