El nido vacío es una película más sobre gente común que alcanza cierta edad. Que nadie espere un tratamiento del tema innovador, ni sorpresas en su narración. Es lo que es, y ni siquiera pretende ser algo más. Esto no es impedimento para que nos podamos interesar por esta pequeña historia cotidiana.
El atractivo de esta película se reduce básicamente a un nombre, Daniel Burman. Este director argentino se conoce ya de sobra el circuito de festivales, después de haber participado con sus trabajos en Sundance, Berlin, San Sebastián, Venecia y un largo etcétera de festivales con cierto nombre. La gran virtud de su cine es precisamente la virtud habitual en el cine de su país, manejar los diálogos de sus personajes con maestría para conseguir un realismo y una profundidad que den sentido a la obra. A veces esto se convierte en un parloteo agobiante que no aporta demasiado, sin embargo, es de esperar que Burman, siendo uno de los directores más interesantes de Argentina, no caiga en este defecto.
El festival de San Sebastián ha seleccionado esta película a concurso en la sección oficial. Sin duda, una elección muy poco arriesgada, tratándose de un producto tan típicamente argentino. Parece más bien una representación de mayor calidad de la sección Horizontes Latinos. En cualquier caso, está claro que este cine goza del beneplácito de un gran número de espectadores en España y será muy bien acogida en el festival.
Confío en que la sensación de déjà vu quede disimulada con una inmersión profunda en unos personajes lo suficientemente ricos. Un acercamiento más a la psicología humana. Confío al menos que sepa ser entretenida y que la rutina de unos personajes extremadamente cotidianos no se contagie al espectador.