¿A alguien le han recordado los títulos de crédito iniciales a aquellos con los que arrancaba "Psicosis"? ¿A alguien le ha recordado la música de Alberto Iglesias a la del inmortal Bernard Hermann? ¿Alguien ha reconocido en el personaje de Gael García Bernal atisbos de el enigmático Tom Ripley de Patricia Highsmith? ¿A alguien el momento cumbre de la conspiración por matar a Ignacio (la reunión en el museo de gigantes y cabezudos) le ha recordado a esas películas de cine negro de los 40 y 50 que buscaban escenarios así de grotescos para situar conversaciones tan cruciales? En definitiva, ¿alguien más cree que Almodovar ha rendido "su homenaje" a los grandes del cine negro con esta película?
De lo que sí que puede estar uno seguro es de que "La mala educación" es sinónimo de fuerza, creatividad y pasión. Esta última, palabra clave en la película, desde la primera escena (cuando el personaje de Fele Martínez intenta escudriñar en una exigua noticia de sucesos la causa de que un motorista salga a la carretera a las tantas de una mañana mortalmente gélida), hasta que la palabra pasión se come la pantalla. Una pasión que se transforma en la clave para entender la película, sus personajes, su estructura, y, lo que parece más importante para Almodovar, la época en la que está ambientada la historia: aquellos benditos 80, sinónimo de pura pasión.
Con esta película, el director manchego retorna a las fuentes de las que bebe su inspiración, a ese caldo de cultivo en el que se dio un chapuzón con "Pepi, Luci y Boom,...". Sin embargo, ahora él es otro, ha crecido y con él su inmenso talento para hacer cine, para crear algo artístico en cada plano, da igual el tipo de película que haga, siempre está ahí su sello, sus planos y sus enfoques. Y de eso está hecha esta "Mala educación", que no es la gran crítica que muchos esperaban al estamento de la iglesia, si bien algo tan embriagadoramente sutil que pone los pelos como escarpias en el cine: la escena en la que el chico canta "Moon river" en la excursión o cuando le canta en su cumpleaños al Padre-Director. Me parece un sabio acierto la distinción que hace entre las escenas de sexo adulto y aquellas en las que está implicado el niño. De igual manera la escena del baño en la piscina entre Fele Martínez y García Bernal es absolutamente cautivadora.
No obstante hay algunas imperfecciones en este diamante, que en mi opinión es inferior a la más pulida y anterior película "Hable con ella". Si bien aquí la dirección, puesta en escena, fotografía y actuaciones son de primera fila, el guión se presenta de una manera más imperfecta. Me explico. Me gusta al final de la película que utilice el momento en el que Enrique lee "La visita" para escenificarlo con escenas de la que posteriormente será su película; pero mientras lo veía en la película me chirriaba. Considero que esta forma de estructurar el guión favorece la dispersión narrativa. También me resulta un poco pesada la parte en la que el verdadero cura cuenta a Enrique la verdadera historia; y también me parece que no se detalla demasiado aquello que piensa el personaje de Fele Martínez, dando lugar a una escena final un tanto atropellada en cuanto a las explicaciones que ellos mismos se dan a sus conductas apasionadas; así como el proceso de transformación que lleva al hermano de Ignacio a tomar decisiones tan drásticas queda huérfano, de ahí que al final me queda con la sensación de que se trata de un persnaje un tanto artificial en su actuar, algo que no es fácil de encontrar en los siempre bien trazados personajes de Almodóvar. Con todo la sensación de que al guión le falta algo que no es fácil de expresar.
Era difícil la prueba de rodar esta película tras tamaña cantidad de premios acumulados con las anteriores; pero el director manchego ha sabido sortear el obstáculo volviendo su poderosa mirada hacia aquello que tan bien conoce y que ahora es capaz de tratar de una forma diferente. Toda una prueba de que Pedro Almodóvar no deja de crecer como director, y, por encima de todo, como ARTISTA.