Crítica de la película Il nascondiglio por Keichi

El terror de antaño


2/5
23/11/2008

Crítica de Il nascondiglio
por Keichi



Carátula de la película Al italiano Pupi Avati se le pueden poner muchas pegas como realizador, pero una de ellas no es el estancamiento temático. A diferencia de otros intocables cómo Argento, Avati ha probado suerte con todo tipo de propuestas, desde el drama de El corazón ausente a la comedia de La segunda noche de bodas. Pero aunque haya dejado atrás hace tiempo la etiqueta de maestro del terror hay que recordar que fue éste género el que le llevó a la fama. Por eso sorprende que a sus setenta años el director haya preferido homenajear a sus coetáneos norteamericanos en vez de regresar al giallo que le vio nacer.

La ubicación geográfica de la película ya nos da una idea de esta transmutación. Davenport, Iowa, finales de los años cincuenta. Un innecesario prólogo sienta las bases del misterio que nos entretendrá durante el resto de película. Resulta incomprensible que el argumento desvele de golpe y porrazo casi todas sus bazas, pero es solo el primero de sus errores. En efecto, el gran problema del film es un guión escandalosamente mal construido. Una vez en el presente conocemos a Lei, que acaba de salir de una larga depresión tras el suicidio de su marido. Para retomar su vida la mujer decide abrir un restaurante italiano en la casa más lúgubre de la ciudad. Entonces comienza la pesadilla para ella y para el resto de espectadores poco pacientes.

La investigación en que se embarca la protagonista es tediosa y casi siempre termina en callejones sin salida. Es un modo de mostrarnos la dificultad de su batalla, pero no hacía falta detenerse en todas y cada una de las fases de su pesquisa, relegando a un segundo plano otros enfoques importantes. Sobran diálogos y retratos de interlocutores en cantidades industriales. O lo que es lo mismo, falta terror y sobra thriller. Mucho más grave es el hecho de que algunos de los saltos de escena no tengan ningún sentido. ¿Por qué nada más descubrir que hay alguien en los conductos de ventilación de la casa prosigue con la investigación como si nada? En ese punto los espectadores estamos un paso por delante de la historia. Para cuando trata de arreglarlo con un final impactante ya es demasiado tarde.

Lo mejor de la película es sin duda el estilo académico tan propio de los años setenta que luce. En este sentido hay detrás un trabajo de fotografía increíble en el que la influencia de films como Al final de la escalera es más que palpable. De hecho, la escena del huevo cayendo por los peldaños es un claro homenaje al film de Peter Medak. La música de Riz Ortolani usa y abusa de los violines para crear tensión, quizás la única referencia directa del film al giallo que se ha permitido su director. En cuanto a los actores, Laura Morante rubrica una interpretación bastante convincente mientras que Treat Williams, Yvonne Sciò y los veteranos Rita Tushingham y Burt Young aparecen y desaparecen como fantasmas por el metraje.

La narrativa de las casas encantadas, con sus sombras y ruidos, sale a la luz constantemente. Toca hablar aquí de mecanismos de género, insistiendo una vez más en la importancia de una buena atmósfera. El cine de terror actual hace uso de otro tipo de efectos, relegando la atmósfera al mal llamado terror psicológico. Es una lástima, porque a veces los más aterrador es lo que no se puede ver pero se intuye. El director había dejado hechos los deberes hace años con esa obra maestra que es La casa de las ventanas que ríen. En este sentido Avati no hace más que trasladar en el espacio el discurso fílmico propio de su cine, pero aquí las intrigas que perviven al paso del tiempo suenan demasiado familiares como para sorprendernos.

Seguramente la claustrofóbica historia de la mansión y sus secretos no pintaba nada mal sobre el papel. Incomprensiblemente, es el propio guión quien hecha por tierra una buena idea a través de un ritmo excesivamente lento y mal resuelto. Desgraciadamente Il Nascondiglio es una película mediocre, sobre todo teniendo en cuenta quién la firma. Como ya vaticinaba, el film simboliza la jubilación artística de un director que ha olvidado sus orígenes pero sigue amando al género, aunque eso no le disculpa. Pupi Avati todavía puede ofrecernos grandes películas, pero su regreso al terror es una decepción incontestablemente añeja.




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