En principio, los mimbres no podrían ser más espectaculares. Wes Craven (Las colinas tienen ojos, Aullidos), el máximo gurú del terror americano, en el guión y producción. Jin Sonzero, que deslumbró con su ópera prima War of the Angels, en la dirección y, como historia, la adaptación de Kairo, obra maestra del terror japonés.
Terror japonés. Ahí está el problema. Ahí está el estigma. Un estigma del que a día de hoy, año 2007, no te libra ni ser el remake de una obra maestra del género.
Eso explica que sea una película que vaya a pasar desapercibida por cartelera, como ya lo hiciera por Sitges, y que, para el público más habitual del género, resulte un subproducto irritante llevo de los típicos colegiales guapetones, que irán muriendo uno a uno, asesinados por fuerzas de obtuso origen.
Pasado de moda. Que sí: que el terror japonés está muerto.