Con toda la seguridad que se puede tener al precriticar una película de la sección nuevos directores del festival de San Sebastián – es decir, ninguna – afirmo: esta película promete ser un gran tostón tontorrón. Así de claro.
Tostón porque se ve venir de lejos una historia amparada en la vivencias de sólo dos personajes que van manteniendo diálogos en diferentes escenarios sin apenas interacción con otros individuos que no sean absolutamente necesarios para el transcurso de la trama. La premisa se repetirá unas cuantas veces hasta que deje de tener interés (y un poco más) para luego cambiar levemente de argumento, con una previsible tragedia final.
Tontorrón porque se buscarán personalidades peculiares y situaciones chocantes hasta el punto del absurdo. Será tan poco creíble que seguramente todo lo que ocurra nos traerá sin cuidado. No nos llamará la atención que sucedan ciertas cosas en una película preparada con artificialidad para ello.
El director es el alemán Felix Randau y esta es su segunda película después de Northern Star. Esto no promete. De los intérpretes me quedaré con Bernhard Marsch a quien hemos podido ver en Boat Trip o El milagro de Berna.
Si me equivoco de pleno puede que tengamos una buena película, pero de entrada mi intuición me dice lo contrario. Ni siquiera le salva ser una producción alemana. Sólo para público rabiosamente independiente.