Que sí, que sí... que es la primera vez que la ONU permite rodar en su sede... Y no me extraña, porque el bonitísimo y sobre todo ingenuo mensaje de que con la palabrita y la verdá podemos acabar con cualquier genocidio y terrorismo del mundo (ya ves, así de sencillo), ha tenido que encantarles allá en Manhattan, donde se sientan a escuchar, hablar y, así a veces, cuando toca, alguna cosita más.
Que sí, que también sabemos que estaba la sombra de Hitchcock, esa pobre mujer que escucha por error lo que no debía... Pero no. De Hitchcock, al final, casi nada (salvo esa MAGNÍFICA secuencia del autobús). Porque aquí lo que importa es la trama política, el atentado, el suspense hilado desde esa misma introducción... cuando sabemos que para el orondo Alfred todo esto solo hubiera sido el macguffin, y hubiera buscado su suspense, su trama, en él, Sean, en ella, Nicole. Pollack también sabe crear una relación tensa primero, intensa después. Jugando con las sílabas: (in)tensa. Y logra momentos brillantes, como esa conversación por teléfono, uno a cada lado de la calle, uno a cada lado de la orilla del mismo río. O la confesión de él, repentina, sincera: mi mujer murió hace pocos días.
Pollack demuestra oficio y elegancia, que son virtudes hoy en día muy olvidadas y que yo echaba de menos. Ojalá todo el cine de intriga, todos los thrillers, tuvieran este pulso, esta mano firme en la firma. Repito, la escenita del autobús ha conseguido hacerme inclinarme, agarrarme a los posabrazos, sentarme en la puntita de la butaca. Y son varios los momentos que recuerdan al viejo cine, al buen cine, sabor añejo, 40º.
Pero a su vez, hay muchos detalles que lastran el resultado final: El desenlace se deja vencer por el ingenuo mensaje pro-dialoguista del film. Y conste que prefiero tragarme este alegato que cualquier nuevo folleto fascistoide made in USA. Pero 'La interprete' pierde fuerza en su tramo final. Y ese cara a cara final con el Doctor Zwani en medio me suena a visto. (También me sonó a visto, al principio, ese agente roto por algún problema conyugal, exiliado en un bar, escuchando sus propios mensajes en el contestador... pero Pollack arranca muy bien con el personaje a partir de ahí).
Y lo peor de todo son, sin duda, algunos agujeros graves del guión: Me centro en dos (aunque seguramente en otro visionado se puede encontrar alguno más). 1) Si al final el asesinato de Zwani era un montaje... ¿quién coño hablaba en la ONU de que Zwani no saliera con vida de la sede? Extraño... Y 2) Al pobre diablo al que contratan para "matar" a Zwani le dan un rifle sin balas. Luego claro, Sean Penn ve el rifle y ¡catados! ¿Eso quién coño se lo cree? ¿Por qué no darle un rifle de verdad, un rifle que no sea una prueba evidente del fraude... y darle orden de no disparar hasta que se le avise? Así, cuando quieran le matan y listo...
En fin... detalles que lastran un producto muy bien llevado por Pollack. O quizás, mejor dicho, un guión con una trama no demasiado bien resuelta... pero muy bien resuelto por el director. Eso sí, el guión tiene errores pero también meritos: Contiene un buen puñado de fabulosos diálogos.