Crítica de la película Fracture por Iñaki Ortiz

Elegante artificio


4/5
21/11/2007

Crítica de Fracture
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película Se muestra elegante, fluida, eficaz, serena, interesante. Está bien construida y a penas tiene unos cuantos momentos de desinterés quizá por cargar cuestiones menos importantes. Se observa un esforzado y detallista trabajo de dirección que juguetea con cierta chispa dentro de los límites de lo convencional. Se podría decir que es uno de los mejores trabajos de realización de Gregory Hoblit.

Vuelve a buscarle la vuelta al engaño judicial como ya hiciera con Las dos caras de la verdad, con un esquema muy similar de brillante abogado manipulado por un infravalorado delincuente. Siempre es interesante. Claro que ya nos la sabemos. Y no hablo de la resolución de la trama, no. Esto a veces nos ciega, parece que estamos viendo algo nuevo porque no descubrimos el quid de la cuestión hasta el final. No, esto no hace que sea algo nuevo.

Nos sabemos de memoria la transformación del joven abogado arrogante y egoísta, sabemos que sacará su corazoncito y aprenderá a poner su alma en su trabajo, que incluso renunciará a lo que más quería, su chica y la empresa, y no por ese orden, porque ha redefinido su escalar de valores. Nos suena, ¿verdad? Y el viejo manipulará con una precisión increíble (literalmente, no es nada creíble) embarcándose en una lucha personal de corte generacional, que desquiciará al joven contrincante.

Ahora bien, la idea del cambio de las armas es original. Desde un análisis de verosimilitud hace aguas, pero no tiene demasiado sentido situarse en un ángulo tan férreo, cuando todo el guión es un juego completamente artificial que no pretende ser realista ni mucho menos verosímil. El guión se parece un poco a los "chismes" que fabrica el viejo, no es que se parezcan a nada real ni que deban tener demasiado sentido, pero todo funciona correctamente y te quedas absorto mirándolo, aunque sí, a veces pasa que la bola se sale. Quizá esta cierta licencia provoque un cierto rechazo hacia algunos sucesos algo dudosos.

Este equilibrio de virtudes y aspectos negativos es descompensado notablemente por los dos intérpretes principales, en un sentido positivo claro. El asesino es un personaje estereotipado y tremendamente artificial, así que quien mejor que Anthony Hopkins para encarnarlo. Con él, este personaje adquiere vida, a veces hasta demasiada, y en los momentos en los que hace acto de presencia, el nivel sube ostensiblemente. Especialmente enriquecedoras son sus primeras escenas, ya sea la vistosa salida en su cochazo o las que corresponden al crimen y enfrentamiento inicial con la policía.

En el otro lado tenemos a Ryan Gosling que consigue una interpretación moderna, estilizada, repleta de detalles casuales, es casi opuesta a la de Hopkins, como si fueran antagonistas también en eso. Consigue, como su colega, que su personaje clásico y gastado tenga un brillo especial, un empuje intenso. Tiene mérito la forma en la que proyecta la imagen de abogado brillante cuando su personaje no tiene ninguna ocasión de demostrar lo bueno que es en ningún momento. Su única genialidad, propiciada a lo House en la escena de los móviles iguales, está más cerca del talento detectivesco que de la abogacía. Me preocupa de este chico que se encasille en su papel de chulito inteligente, esperemos que cambie.

Tanto David Strathairn como Rosamund Pike cumplen sobradamente construyendo unos personajes atractivos, aunque a veces estos sean innecesarios.

Quizá me hubiera gustado más ver un verdadero duelo de mentes privilegiadas, no sólo interpretativo, lleno de argucias legales del abogado y maquiavélicas vueltas de tuerca del acusado. Sin embargo, al final todo se reduce exageradamente al juego de las pistolas, simplificando demasiado el resto. Podría y debería ser mejor.



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