Elena es una película de
buenísima factura, con planos virtuosos -valga de ejemplo el
introductorio con ese pájaro en el árbol mientras amanece- con unos
encuadres impecables y un color muy cuidado. Se toma su tiempo en el
desarrollo, con una trama que en el cine americano daría para veinte
minutos, pero tampoco llega a aburrir porque se para en el detalle de
cómo están viviendo los sucesos los personajes (en especial, la
protagonista) haciendo mucho hincapié en las motivaciones.
La película es sutil y tiene una
solidez envidiable, sin embargo, apenas aporta nada nuevo. Una
historia archiconocida, unos personajes que, por bien que estén
construidos, no rebelan nada especial y uno se pregunta qué es lo
que quiere contarnos aquí el director. Qué es lo que le ha llevado
a elegir hacer esta película.
Está claro que hay un contexto social
importantísimo de fondo, más allá de la trama central. Sobre la
perpetuación de la pobreza y la falta de valores, sobre una sociedad
injusta y el reciente triunfo del capitalismo agresivo. El cochazo
del marido esperando a que los obreros crucen la carretera, las
torres de la central de fondo, todo eso está ahí, con una
referencia más evidente que en El regreso. Con todo, la
película empieza y termina y aunque uno no tiene la sensación de
haber perdido el tiempo tampoco la de haber ganado algo.
Un Philip Glass moderadísimo no
da tampoco demasiado juego, aunque sus pequeñas apariciones tienen
personalidad.