Hace tiempo que Bigas Luna, a su erotismo cafre, ha sumado un gusto sin control por la estética más hortera. En su momento ese regusto se traducía en un tortilleo jamonero de lo más ibérico, toreril y rancio; ahora, recién descubierto el más desatado poligonerismo de barriada, el gordo Bigas se ha soltado a explotarlo sin medida, tal y como ya pudo comprobarse en La Juani, esa película para cuya defensa tenemos en esta web a Sherlock.
Lo malo es que Bigas, esa Luna enamorada del Toro, pretende convertir su ¿retrato? en trilogía, y ahora se lleva a la Juani (¿quién otra es, si no?), esta vez con el jeto de la Pataky, a Hollywood. Pero un Hollywood pasado por el tamiz de Bigas, con sus palmeras, fiestas de brillo y vestido obsoletas, cielos limpios y deportivos de los 90.
Es fácil adivinar por dónde irán los tiros en los denodados esfuerzos de nuestra choni de turno por llegar a la cima, e igual de fácil vaticinar que la trilogía se cerrará con la caída, la vuelta a los orígenes, la estrella vuelve al barrio, al garaje del que salió.
¡Di Di se va a Hollywood! ¡Que la entierren bien abajo!