Mia Hansen Love es un buen
ejemplo del progreso en el cine: sabe nutrirse del trabajo de otros
grandes directores de un modo muy válido, añadiendo después su
propia voz para forjar una nueva obra con personalidad. Uno de los
referentes más claros los encontramos en Eric Rohmer, con esas
reflexiones acerca de la actitud ante las relaciones y con esos tonos
tan cercanos al color de la piel de los dos jóvenes. El otro punto
de partida lo tiene en casa: su marido Olivier Assayas, en sus
trabajos más calmados. La forma en que usa los conceptos de la
arquitectura para reflejar cuestiones emocionales se acerca mucho a
la genial Las horas del verano.
Si el esfuerzo quedara ahí,
hablaríamos de refrito, pero la directora acierta con su propio
estilo. Me llama la atención especialmente el uso de la banda
sonora, muy expresiva y con un protagonismo considerable, no sólo
por el enorme refuerzo emocional que supone, sino porque en muchos
casos, la letra referencia directamente los hechos. Todas las
canciones funcionan, pero se guarda su mejor baza para los créditos,
con esa estremecedora The Water, de Johnny Flyn y Laura Marling,
que consigue un exquisito cierre hermosamente trágico.
Es difícil volver a hablar del amor y
el desamor, del duelo del abandono, de la obsesión; sin caer en la
repetición. La directora lo consigue, sublimando los sentimientos de
los personajes, de una forma bastante natural, haciendo de esta una
película de una intensidad emocional enorme. Ayudan los inumerables
detalles. Las maquetas de la protagonista definen su estado de ánimo
(la soledad, la utopía). La explicación de su profesor acerca del
agua que corre libre pero controlada, como metáfora de un punto de
vista ante las relaciones. Los pequeños gestos que siempre se
agradecen, como las fechas sin rótulo (en el cuaderno, etc). La
infidelidad, doliente para todos. El sombrero. Y cada gesto, cada palabra, que ayudan a precisar asombrosamente un estado de ánimo.
Por último, no puedo dejar de comentar
el excelente trabajo de los actores, especialmente el de la
protagonista, Lola Créton, toda una joven promesa para el
cine galo.