Crítica de la película Agallas por Hypnos

Uno se fija en el tipo de películas que se hacen en España y llega a la conclusión de que el título de este film le viene que ni pintado, porque, aunque sea triste, parece que en España hay que tener muchas agallas para hacer thrillers en nuestro país. Luego uno lo analiza desde un punto de vista sociológico e histórico y puede que sea normal.

Digo lo de sociológico porque a todos nos pasa que si reconocemos un determinado escenario como nuestro, conocido, vamos de España, ya no nos creamos tanto la trama. Y el histórico, pues porque España ha vivido más de comedias que de otras cosas. Primero, porque era lo que entretenía a la gente; segundo, porque era una manera más sencilla de burlar la censura de otros tiempos.

Pero es que luego resulta que hay trabajos que no están nada mal. Me vienen a la cabeza La caja 507, thriller seco y muy bien manufacturado por Enrique Urbizu; o La noche de los girasoles, majestuosa; o la muy bien llevada El rey de la montaña.

No me da mala espina esta ópera prima de Andrés Luque y Samuel Martín, que no tienen ningún problema en situarnos un thriller en Galicia. Claro que algunos verán Galicia como un lugar de veraneo, de comer pulpo y marisco, y gente con un acento que puede resultar gracioso. Vamos, ni de coña me voy a creer un thriller allí. Claro que quizá un estadounidense puede ver Fargo como una ciudad de paletos de Dakota del Norte, imposible de usar como escenario de un thriller. Es normal. Eso sí, salvemos la distancia entre la pareja de directores de este film y los Hermanos Coen.

En mi opinión, un thriller se caracteriza por tener, sobre todo, atmósfera, una, en concreto, opresiva. Y, a partir de ahí, ya tienes mucho ganado. No me creo un thriller sin ese elemento, aunque luego la historia sea cojonuda, lo siento. No entro en el juego. Y ahí creo que Galicia tiene su punto: esa lluvia, esos verdes, esas aldeas perdidas, esas carreteras serpenteantes, esos acantilados. Lo tiene, si se quiere, lo tiene.

Y por ahí andan los actores, que hay que creérselos, y en eso pues me gusta, y mucho, que ande Carmelo Gómez, un actor que ya no se sabe si actúa o si en su vida real es el personaje que actúa, pero, en definitiva, un pedazo actor. Y junto a él, pues el guapo de turno, que me disculpe el bueno de Carmelo, Hugo Silva, que no es que le vea mucho en grandes papeles, pero que puede tener su punto.

Película presentada en Málaga, como gran parte del cine español que se estrena en cartelera, en la que, sencillamente, quiero creer.