La figura del director de esta película, Nikita Mijalkov, se está diluyendo en los últimos años. Para los que no lo conocen, estamos hablando de unos de los grandes directores rusos y soviéticos de los últimos 30 años. Hijo se Sergei Mijalkov, autor de la letra del himno de la URSS, hermano de Konchalovski, colaborador de Tarkovski y director de Tango y Cash, y, sobre todo, director de tres grandísimas películas: Ojos negros, Urga y Quemado por el sol, película con la que consiguió el Óscar a la mejor película de Habla No Inglesa.
Desde Quemado por el sol, para el que ya conozca a Mijalkov, su cine se ha quedado estancado, quizá a la manera de lo que le ha sucedido, salvando las distancias, a Zhang Yimou en China, con una autocomplacencia que explica esa obra megalómana de 25.000.000 de dólares que significó El barbero de Siberia y con un remake un tanto fuera de lugar de la magnífica 12 hombres sin piedad.
Ahora le toca el turno de rescatar su gran éxito internacional, y de hacer una segunda parte de Quemado por el sol, para volver a recuperar el personaje que él mismo interpretó, el coronel Kotov, y relatar sus experiencias en la Segunda Guerra Mundial.
Como digo, el que tuvo retuvo, pero el cine de Mijalkov hace tiempo que dejó de ser fresco.