Si fuésemos un estúpido portal de esos que pretenden enganchar al internauta en juegos cada cual más ridículos podríamos enlazar con esta precrítica un test de "¿Cuál es el idioma del amor?". Y así pondríamos como posibles respuestas el francés, el español o el italiano.
De manera subconsciente podemos asociar el romanticismo y el amor con el italiano, ese idioma tan dado a este tipo de palabras para regalar el oído. Claro que hago memoria y me doy cuenta que los últimos intentos del cine italiano de hablar de amor no me han conmovido lo más mínimo, y que con carácter general pertenecen al cine italiano que tan poco funciona, y no al que empieza a abrirse paso de nuevo entre los festivales a golpe de revisionismo histórico.
Aquí es donde debemos enmarcar a la rara avis que ejerce de alma mater de este film: Silvio Muccino. Jovencísimo, de apenas 27 años, que dirige y adapta su propia novela para, a su vez, interpretarla y ponerse en la piel de un joven que, nada más y nada menos, va a conquistar a Aitana Sánchez Gijón.
Silvio es hermano menor de Gabriele Muccino, cineasta que se ganá la gloria con El último beso y que ha dado el salto a Hollywood de la mano de las actuaciones más sentimentales de Will Smith con En busca de la felicidad y Siete almas.
El reparto lo completa Geraldine Chaplin, actriz que últimamente asocio a proyectos de terror. No sé yo cómo va a funcionar en una película romántica, que hará las delicias de quienes gustamos de los bellos inicios de bellas historias de amor.
¿El gran problema? Que Muccino sea capaz de controlar un poder tan omnívoro como el que atesora. Me espero demasiado lucimiento de sí mismo. Por si a alguien le interesa, éxito de taquilla en su Italia natal.