¿Por qué? ¿Para qué? Si ya es suficientemente lamentable ver a DeNiro arrastrándose sin hacer gracia (únicamente es curioso y morboso verlo caer en picado) ¿por qué hay que soportar en la cartelera otro film vacío, estúpido y lejano de la industria estadounidense? Si por lo menos fuera una producción nacional podría entender que la entrada fácil paga facturas.
La propuesta de Justin Zackman, que dirige y escribe el guión, es una sosa repetición de tontas situaciones de protocolo de sociedad gastada y acabada media que no conseguirá ni alentar a los más entusiastas. De manera incomprensible, en aquel país de la confianza y el chominismo, un resorte de marketing logra que las salas se llenen a base de actores de renombre cobrando la millonada.
Susan Sarandon, Robert DeNiro, Diane Keaton (en su último nuevo papel de desquiciada obsesiva), Robin Williams, Amanda Seyfried y Katherine Heigl son algunos de los reclamos de una comedia lenta y cínica que ni siquiera jugará al absurdo y exagerado, o al gag de personaje gracioso, sino que se ahogará en situaciones que en Europa consideramos no sorprendentes.