Vuelve Jack Sparrow. Ese bucanero amanerado con cara de Johnny Depp y gestos de Keith Richards protagonizará de nuevo una aventura, a buen seguro, tan poco seria como él mismo. Como Sparrow, me refiero. O como Depp, si lo prefieren. O como Richards, qué coño.
Porque lo demás es lo de menos; la trama, a pocos le importa. Los secundarios, bueno, los habrá de categoría (Stellan Skarsgard, me imagino que en rol, cuando menos, desagradable) y los habrá de pega, de postín, casi atrezzo. No hay que ser muy avispado para saber que hablo de Orlando Bloom, que pondrá las dos caras que engloba su repertorio (gesto normal; mirada con ojos entrecerrados; ya está) y pintará poco poquísimo en la película. Tendrá muchos minutos (hay que contentar a las quinceañeras que en manada se acercarán a los cines en busca del sosón de sus sueños) pero hablará poco y cortará poco jamón. Peor para él.
Me alegro de que siga ahí Keira Kinghtley. Porque la chica tiene arrestos y apora mala uva al personaje, fuerza femenina. Y desde luego, víendolo desde un egoísta punto de vista masculino, uno disfruta con otra de sus aportaciones: belleza.
Por lo demás, lo único que hay que pedir es que la cosa funcione exactamente igual que en su primera parte: Mucho ritmo, mucha coña, y diversión sin demasiado sentido. Suficiente para pasar un buen rato... y olvidarse después del tema.