Lo que más me inquieta e interesa de la nueva película de Tim Burton es saber exactamente en qué punto está. Tras el batacazo de El planeta de los simios emergió con Big Fish, una película que recuperaba el imaginario de Burton, para lanzarse a unos frenéticos años con Charlie y la fábrica del chocolate, una película abominable, y La novia cadáver, una película deliciosa.
El principal problema que le veo a Burton es que puede que se esté viendo constreñido por la propia imagen que de él ha creado, eso tan bueno y malo que es hablar de SU cine, que le está llevando, en mi opinión, a una preocupante falta de frescura y a plato precocinado.
En una entrevista que le hacían a Burton le preguntaban si le gustaban los musicales. Y ojo que su respuesta fue que no, que el único que le gusta precisamente es éste. Me suena mal.
Lo que no me suena tan mal fueron las declaraciones de su directora de vestuario, Collen Atwood, que comentó que Burton quería hacer una película de blanco y negro en color. Esto es lo que más me interesa del film, el aspecto visual, jugándomela a esto y no tanto a una historia musicada que no sé si va a dar para dos horas de atención. Sólo le admito adaptar este musical a Burton, y por eso confío en él.
Acompaña al optimismo un interesante casting en el que tenemos a SU chico, Johnny Depp, a Helena Bonham Carter (SU mujer), a Alan Rickman y a Sacha Baron Cohen (Borat).
Una película que aspiraba a mucho en la carrera por los Oscars y que al final se ha tenido que contentar con sólo tres nominaciones. ¿Volverá el gran Burton? That's the question.