A veces el frío caer de planos de un Werner Herzog que se mete como distante y poético en su mundo, puede resultar hasta extraño, como si no supiéramos entrar en la historia hasta pasado un rato, pero poco a poco descubres las intenciones del director, y acabas mostrando el doble de interés que pensabas tenías ante la pantalla.
La estación McMurdo en la Antártida es el centro de las imágenes que tratarán de mostrarnos el mundo que se ha formado, sin entrar en detalles, y que alivia los corazones de los que allí conviven y nos muestras a los demás, tranquilos y cómodos, la importancia de los mismos y sus trabajos.
También en Grizzly man, este director consigue acercarse a nosotros por medio de la naturaleza, la que existe y la humana, esa que muchas veces se enfrenta a sí misma en este mundo de adultos. Parece que la saga de documentales con excusa naturalista pero muy de ser bípedo por excelencia va a continuar, y por mí que continúe, que no le quiten la cámara al tal director alemán.
¿Por qué gusta o me gusta tanto?, porque parece tener la paciencia que necesito para esperar los planos, las personas, lo que dicen o lo que hacen, hasta dejarme satisfecho, pero a cuentagotas, porque casi siempre muestra interés casi morboso por las mismas curiosidades que yo, me enseña lo que quiero ver y eso es importante, me gusta.