Unos niños adorables, buenos chicos. Un hombre adorable también, un padrazo, comprensivo y con ilusión, un poco gamberrete. Una madre luchadora, abierta, sobre todo para su época. Una abuela que defiende con dureza a su familia y que, en el fondo, o mejor dicho, al final, es un pedazo de pan. Un empresario permisivo que aporta pocas quejas a los dislates de su autor. Y sobre todo, por encima de todo, esa época de principios de siglo con esos trajes tan bien puestos, esos días soleados y esa felicidad que parece flotar en el ambiente, antes de que las grandes guerra vengan a empañarlo.
En definitiva, la típica película para ver con media sonrisa. Agradable. Para olvidarse uno del mal rollo, a veces un tanto azucarada. Eso sí, avanzando un poco más no hay mucho que valga la pena.
Un guión bastante flojito y adecuado a los moldes habituales. La típica historia de la mamá enferma, del qué dirán... Y por supuesto, siguiendo las tendencias habituales, la comparación de la vida del autor con su obra. Este punto último podría ser el que despuntase, ya que lo demás se queda en la rutina de siempre, pero la verdad es que no está muy trabajado. Peter Pan a veces tiene importancia y otras veces no. Y los momentos de juegos de imaginación no pueden ser más torpes. Quizá Tim Burton, quizá Terry Gilliam, alguno de los dos podría haber jugado con eso, pero evidentemente no era el caso. Y el tema los problemas de pareja está tratado de una manera bastante ingenua y posiblemente se ha hecho así a conciencia, pero no me atrapa demasiado.
Johnny Deep en su línea: un papel fácil y una buena interpretación. Y de Dustin Hoffman, diré lo mismo exactamente. Buena banda sonora, a mi entender salva la mayoría de los desatinos del director.
Podría quedarse en un tres alto, pero voy a tener en cuenta una cosa que me puedría estar haciéndome votarla demasiado bajo: nunca creí en nunca jamás.