Danny Boyle es uno de los
directores que más admiro (que bien que la cartelera me está
permitiendo usar esta frase a menudo con Weir, Aronofsky, los
Coen...). Trainspotting es de lo mejor que ha dado la década
de los noventa, pero es que además en los últimos tiempos, Boyle ha
firmado dos películas impecables como son 28 días después y
Sunshine, aunque luego los Oscars le lleguen por trabajos
menos redondos como Slumdog Millionaire. Parece que sigue
afiliado al tío Oscar, y esta película llega con unas cuantas
nominaciones debajo del brazo. Quizá parte del éxito radique en
repetir el guionista de la anterior película Simon
Beaufoy. Me temo que yo estaba mucho más a gusto con Alex
Garland, responsable de los guiones de las dos películas que he
comentado antes.
Sea como fuere, esto es lo que hay. Una
película basada en un hecho real, enfocada irremediablemente a su
final, conocido por casi todos ya pero que, evidentemente, no
comentaré, y que parece haber causado estragos en los estómagos de
tantos. Tampoco será para tanto, aunque, estimado lector, si eres
demasiado sensible a según que tipo de escenas, mejor que lo dejes
pasar.
Una nueva oportunidad para esa
dirección tan de diseño que aporta Boyle a su cine, cada vez con
menos sonrojo. Un buen papel para un actor muchas veces
desaprovechado, James Franco, que tendrá que sostener la
película sobre sus hombros. Confío en que me mantenga pegado a la
butaca, en que convierta en frenética una situación que no parece
ser propicia para ello. Que Boyle siga experimentando y atreviéndose,
a la larga, todos ganamos.