Mongol es justo lo que promete, una película recta, que no lineal de forma estricta, que trata de entrar en el lado mas humano de un gran personaje ya mito, centrándose en una escalada de poder, como podríamos esperar por otro lado, mucho más complicada que un poco de furia en la pelea.
Sintiéndose cómodo en la estepa, en las montañas, Sergei Bodrov, no necesita destacar el paisaje sino que este se muestra solo, con los personajes viviendo a su vera, con la cámara como testigo siempre en buen lugar, mostrando los sentimientos que ha de mostrar y no los que quedan bien en ese momento, con primeros planos bonitos y con sentido, pero sin ser repetitivos como suele suceder. Ésta es una base necesaria para contar algo que tenga impresión de ser cierto.
A partir de aquí, el artificio es olvidado a la hora de mostrar acción, el que no es capaz de soportar el ritmo real lejos de héroes ya conocidos ya se autoelimina y el disfrute de planos y matices de fuerza, venganza, preocupación o simplemente honor campan a sus anchas con las reglas del juego bien marcadas, realismo y fidelidad.
Kahn es así un ser vivo, en ocasiones mucho más muerto que vivo, lejos de la imagen Disney de Mulán. Su fe y esperanza, su vida se transmite, se narra, llega sin adornos y convence con la fuerza de sangre que salta sin exagerar en cada batalla. Sin envidia a las grandes producciones, ésta tiene contenido.
PD: Los dos hermanos magnificamente interpretados, el derrotado curiosamente llevado y aunque de forma peligrosa pienso que exitosa.