Este no es un producto rompedor danés.
Al contrario, es una película de época con una factura sobria y sin
ningún alarde formal ni narrativo. Sin embargo, sabe preservar su
frescura y no caer en esos esquemas rancios que suelen poblar el
género. La estética, aunque sobria y siempre supeditada a un
preciosismo romántico -el tipo de letra, los paisajes de postal, las
estrechas profundidades de campo- y a una puesta en escena elegante;
también tiene un pulso firme y seguro en la dirección que aporta un
dinamismo que hace tambalear el polvo de este tipo de propuestas. En
definitiva, una revisitación sutil del género. Sin transgredir,
pero avanzando. Buen equilibrio de Nicolaj Arcel.
Equilibrio es una palabra que también
le encaja bastante bien al guión. Diferentes subtramas, o quizá
mejor dicho, diferentes temas de la trama van tomando importancia y
pasando a segundo plano en una buena proporción y con una acertada
gestión de tiempos. La historia amorosa, la política idealista.
Entrelazados pero de alguna manera, emocionalmente yuxtapuestos.
Buen trabajo de los protagonistas,
especialmente el carismático Mads Mikkelsen, que aporta una
presencia imponente. También funciona muy bien, en su rol alelado,
Mikkel Boe Folsgaard.
Quizá algo excesiva en su duración.
Puede que demasiado ingenua en su planteamiento de intrigas
palaciegas -o más bien condescendiente con sus necesidades dramáticas.
No es tampoco una película que vaya a ser recordada ni contiene
demasiados momentos potentes. En cualquier caso, una película
equilibrada muy disfrutable.