Lo que se esperaba para una película que busca lo que encuentra. Un producto de sobremesa relativamente gracioso, a mí en la primera parte me ha heho reir el talentoso humorista Steve Carell y no tanto el guión, que se limita a especular con la curiosidad de un público sencillo que se relaja antes de comenzar la cinta.
Se prevee por tanto una tercera entrega de las aventuras de algún codiciado cómico de la gran industria detrás de las risotadas de un Morgan Freeman de sabe de sobra estar en su lugar desde hace mucho tiempo.
Con un final excelentísimamente alargado, y conceptos tan moralistas como la película que más quiera tenerlos de la Disney, pretende llegar a las manos de cuantos nos animamos a verla sin demasiados recursos de guión, un intento de atropello a la política medioambiental de pacotilla y una calidad de cromo con efectos digitales que dan muy buen resultado.