Crítica de la película Vengadores: La era de Ultrón por Iñaki Ortiz

Escrito por una máquina


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03/05/2015

Crítica de Vengadores: La era de Ultrón
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película

El nuevo villano de Los Vengadores, Ultrón, es una inteligencia artificial. Resulta muy oportuno, teniendo en cuenta que la película, parece desarrollada por un sistema informático, una especie de minería de datos que ha generado lo que se supone que debe ser una película Marvel, sin alma ni asomo de personalidad.

La introducción es rutinaria, como aviso de lo que nos espera. Un espectáculo vacío de efectos especiales de colorines, con un plano secuencia imposible, en un escenario falso, con personajes claramente dibujados. Toda una introducción creada por técnicos y ningún plano firme, ninguna idea de dirección. Ya sabemos que todo es posible hoy, especialmente si no te importa que los personajes canten mucho a dibujos de ordenador, por lo que la orgía de acción y los planos imposibles no impresionan por sí mismos. También tenemos una acumulación de elementos. Montones de personajes que apenas aparecen una escena y que, guiños para los lectores aparte, están fuera de lugar. Es ruido en el guión, que no deja desarrollar nada, verdaderamente importante. Gemas, poderes, procedencias... todo tipo de items se van sucediendo en un guión que no parece tener nada que contar. Un guión escrito por un proceso mecánico.

Todos los vengadores juntos

Para colmo, se pierde uno de los mayores puntos fuertes de la primera entrega: el sentido del humor. En parte, porque los chistes que hay no funcionan demasiado (no se puede vivir eternamente del descaro de Robert Downey Jr), porque al juego de pique entre las personalidades chocantes no se le sabe sacar partido. En parte, porque se ha querido buscar unos apoyos dramáticos que dentro de este esperpento sin sentido, jamás puede funcionar. No importa la relación amorosa entre Natasha y Banner, porque no se profundiza, porque es infantil y porque no tiene relevancia en el conjunto de la película. No importa el pasado de nadie porque ningún personaje está bien desarrollado y porque todo es demasiado disparatado como para tomárnoslo en serio. No importan los civiles de esa ciudad en peligro, porque no dejan de ser extras diminutos. Y en la primera entrega tampoco importaba nada de esto, pero la opción que tomaba era la de la pura diversión desenfadada y con mucha guasa, a veces, cercana a la caricatura. Aquella era coherente.

Quizá la mejor película del universo Marvel reciente sea Guardianes de la Galaxia. No porque tuviera mejores efectos especiales, o porque la trama importara más, sino porque tenía alma. Había un cierto desarrollo emocional y los personajes tenían chispa. Aquí tenemos una monótona sucesión de hitos y escenas de acción, que tienen poco en su interior.

Capitán América y Thor

Lo que sí hay es esa espina que tienen clavada los americanos, sobre cómo es percibido por el mundo su uso del poder. Lo vemos ya en la primera secuencia, en la que hay robots indicando a la gente que han venido para ayudar y son recibidos con ira por la población que no confía en ellos. Este será uno de los ejes dramáticos principales, junto con el del trabajo en equipo. Los americanos no cuestionan su figura de policías del mundo, de hecho, aquí ni siquiera hay una referencia a su país, ni se plantea la cuestión de actuar en el extranjero. Los Vengadores son un equipo transnacional (transuniversal incluso) que hace lo que le viene en gana en cualquier lugar del planeta, eso sí, siempre por el bien de la humanidad. Esta condición fascista de los superhéroes, que denunciaba Watchmen, siempre ha estado presente. Recordemos, por ejemplo, como Batman se salta la jurisdicción americana en una operación clandestina en China, en la segunda entrega de Nolan. La aspiración de Stark de crear armas automatizadas para mantener la paz, no está lejos de las numerosas operaciones con drones que permite Obama. Pero hay una diferencia aquí. Como digo, no se pone en cuestión su figura, y la parte del pueblo que se enfrenta a ellos, está engañada y pronto recapacita. La clave aquí es la mala conciencia del pueblo americano por los excesos. La necesidad de conseguir la imagen de salvadores que ellos mismos se adjudican, que el mundo no les da, y que cada vez es menos creíble incluso dentro de sus fronteras. Esos militares que salvan vidas en lugar de matar. Esa autocrítica superficial que les lleva simplemente a concluir que deben imponer su ley con más misericordia. La pax de los Vengadores.

Por supuesto, todo ello con la amenaza constante de que un día volverán a atacarles del cielo, evocación obvia del terrorismo en casa, que les sirve para justificar sus medios. Y con otro elemento de actualidad: Ultron, el antisistema. El que quiere romperlo todo porque está harto del poder de las élites (no olvidemos que el equipo está compuesto por aristócratas, millonarios, militares patriotas...). Por supuesto, haciéndose valer de la buena voluntad del pueblo para atacar las raíces del sistema, aunque sus verdaderas intenciones sean las de la extinción. Una de las cosas más significativas es que el plan maestro de Ultrón sea golpear con el pueblo, literalmente. Si volvemos a la saga de Batman, veremos que en la tercera entrega, Bane se convierte igualmente en un líder populista con oscuras intenciones, que ataca al poder y agita el odio de las masas en pleno contexto de crisis. En USA saben que los movimientos de América Latina y Europa terminarán llegando, y que ya tienen el germen dentro con Occupy Wall Street, y en el cine se nota.

Ultrón

Había mimbres para hacer una buena cesta. Hay algo de filosofía de inteligencia artificial, pero no va más allá. Tenemos la amenaza de la extinción, del Apocalipsis, con una profecía inicial. Echo de menos un tratamiento más místico, más bíblico, en el sentido épico de la palabra. Que la figura de Ultrón fuera más icónica, que sintiéramos que es un destructor de mundos, no como un matón de metal. Que el sueño de Stark tuviera una imagen más revulsiva. En definitiva, que hubiera alguna imagen que se quedara grabada en nuestras retinas, algo que recordar al día siguiente. Algo que convirtiera a esta película en más que una sucesión de trivialidades. Con todo, y a pesar de sus dos horas y veinte, se deja ver.



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