Hay que alabar la labor de Tom Tykwer, que logra plasmar la esencia de la novela de Patrick Süskind. La proximidad y la textura de las pieles y los cabellos, esos colores, ese rojo provocador, con esa realización tan cercana, consigue ejercer en el espectador lo que pretendía: hacer imaginar un olor. Lástima que haya tenido que crearse la figura de narrador, porque si no hubiera sido complicado entender la historia plenamente sin haber leído el libro.
La primera parte de la cinta es totalmente embriagadora e hipnótica, donde vamos descubriendo a la vez que Grenouille su exquisito don. Se siente una comprensión y compasión hacia el protagonista , que a pesar de ser un despiadado asesino, está obsesinonado con su único afán de preservar la esencia de las doncellas, cueste lo que cueste, incapaz de tener mas sentimientos que este.
El final es un tanto desmedido con ese adoración y esa multiple orgía, pero no debemos olvidar que estamos ante una fábula y como tal debemos tomarla. Aunque bien es cierto que hubiera preferido otra manera de enfocarlo.
Mención aparte para el apartado interpretativo. Dustin Hoffman y Alan Rickman están soberbios, pero nada comparado con la maravillosa actuación de Ben Whishaw, al cual en un principio no veía con buenos ojos para el papal de Jean- Baptiste Grenouille. Consigue esa pasión desmedida al olfatear, con sus ojos y su mirada, a la vez que sus hoscos gestos y sus grotescos movimientos, delatan un alma pasiva hacia el resto de las cosas mundanas.
Con la dificultad que el proyecto albergaba, se ha conseguido crear un film rico en matices, pasando por la inmundicia y la belleza. Pese a su largo metraje, se hace bastante amena, aunque como ya he dicho, ese final quizá deje un pequeño mal sabor de boca. Pero prefiero quedarme con la sensación, de que ha merecido mucho la pena.