Un leve sabor a salitre del paseo nuevo donostiarra amenaza mis labios. Cinco días en Saigón es la culpable afortunadamente. Y es que en época estival no destacan los mejores productos en las salas de cine. Cinco días en Saigón despierta en mí el alma festivalera que llevamos muchos. Me parece correcto un estreno como el de esta cinta en tales fechas. Porque los más militantes a este paraíso asiático lo agradecerán seguro. Porque la fiesta debe continuar más allá de los números, fechas y meses que ocupan nuestro más preciado tiempo. Sin embargo, esta cinta puede sufrir con la ausencia de público en sus proyeciones por culpa de esas ansiadas vacaciones al rico sol. Bueno, salas de cine, haberlas las hay si uno las busca allá donde vaya.
La cinta en cuestión. Destaca por el debut de Stephane Gauger a cargo de la dirección y guión del film. Apunten el nombre y apellido por si las moscas. También destaca por ser una coproducción entre Vietnam y Estados Unidos. Cada una de las partes aportará lo que aportará. Por un lado, la riqueza y naturalidad del film, la historia como tal y las reflexiones irán a cargo del equipo vietnamita. El alma. Por otro lado, la calidad técnica y aporte de tecnología cinematográfica serán aporte estadounidense. El cuerpo.
Cat Ly, The Lu Le y Han Thi Pham son los desconocidos nombres protagonistas que intervendrán en el film del debutante Gauger. Pet Nguyen es el encargado de la música que seguro destacará por esos toques misteriosos de instrumentos arcaicos y caja de mezclas moderna. Y seguramente reine una fotografía de impacto, esa que se impone al diálogo por encima de todo. Belleza asiática, urbanismo, realidad contemporánea y biografías sueltas en Saigón.
Esta película que aparcó en los festivales de Rotterdam y Los Ángeles y que con cierto alma festivalera empieza a invadirme tiene por mi parte una nota alta que le concedo desde lo más alto de un olmo.