Especial mención para una película triunfante en el Festival de Gijón, Argentina sobre todo, aunque participa Francia, Holanda y España en la producción, y arrebatadoramente universal a juzgar por la crítica general. Con el escenario ideal para ahondar en el alma humana que no se despista en la urbe, parece presentarnos un hombre de nuestros días ante su yo, en forma de infancia, en un paraje excepcionalmente perfecto para volver al pasado.
Melancolía, reproches internos, la vida que no se para ante nada y la soledad como penitencia, parecen ser las características de una película que tiene las cosas claras y las transmite de igual manera, pero despacio. La pinta es excelente, sus premisas suficientemente idóneas para crear un drama moderno, que no espera ni un minuto en mostrar la fatalidad.
Uno piensa en viajes de cine, y siempre son recurrentes, siempre sirven para llevarnos a otro estraco, al menos en los films serios, donde conocer mejor a un principal. Puede que en esta ocasión, esta película, nos sirva hasta a nosostros. Puede que no podamos escapar del influjo de un paraje aislado en el corazón y en la tierra.