Crítica de la película Alejandro Magno por Romulo

Espectacular, interesante, trabajada. Pero...


4/5
09/01/2005

Crítica de Alejandro Magno
por Romulo



Carátula de la película Buen trabajo el de Oliver Stone en esta ocasión, dejando de lado además su nerviosismo habitual tanto al filmar como al montar, acelerando los ritmos únicamente cuando ha creído que era necesario. Ha conseguido un Alejandro interesante, de momentos muy bien trabajados y, ante todo, serio y sólido. Pero varios errores distancian esta visión de Stone de ser un gran título.



Empezando por errores evidentes al primer vistazo. O mejor dicho, a la primera escucha: La banda sonora es pobre, pobre, pobre. Una producción de gran envergadura como esta requería de una partitura poderosa, y no la tiene. Un punto en contra.



Farrell como Alejandro no llega a convencer. Algunos gestos pasan del desacertado a adjetivos más graves. En otros momentos, se muestra más acertado. Pero lo que no parece haber sido muy acertado ha sido su elección para interpretar al conquistador.



Otra elección que no ha sido de mi gusto, en este caso narrativa: Tolomeo narra la historia. Ajá. Muy bonito. Al final lo que tenemos es una voz que sirve para saltarse, resumiendo en una frase, aquello que el director no quiere contar. Quizás Stone no confiaba en su capacidad para contar sin mostrar, el arte de la elipsis que los grandes dominan. Lástima. Por otra parte, Tolomeo acaba convirtiéndose en una voz que divaga para engrandecer y cantar alabanzas a la figura de Alejandro (por mucho que veladamente aquí y allá Stone cuele ideas críticas que siempre, siempre, se dibujan muy vagamente y se pierden enseguida, como humo), como si Stone no confiara en su capacidad para demostrar sin narrador en off la grandeza de una figura que se define por sí sola (incluso por su nombre, por ese nombre con el que ha pasado a la Historia).



Otro error: Stone presenta la discusión entre Filipo II y Alejandro (cuando el rey desposa a su segunda mujer) como el momento clave previo a la conversión de Alejandro en la figura del conquistador. Para ello escamotea la muerte del rey, el coronamiento de Alejandro, sus disputas con su madre y sus primeras acciones como rey. Un truco para luego mostrárnoslo como un torpísimo flashback, intentando dotar de otro sentido a escenas que no lo requieren, más allá, de nuevo, de la desconfianza de Stone en sí mismo, en su capacidad para trasmitir al espectador unas escenas que debieran tener sentido por sí mismas.



El asesinato de Filipo, la sucesión instantanea, la 'separación' por siempre de Alejandro y su madre Olimpya, todo eso es lo que erige a Alejandro en la figura que posteriormente es (las palabras de Olimpya son clarísimas: Coge lo que tienes ahora y hazte con el mundo), y como tal, debían aparecer en la historia donde cronológicamente figuran, y no tal como Oliver Stone las ha dispuesto.



Como se obseva, son estos errores puntuales, concretos, que apuntan con el dedo índice a aspectos señalados de la película. El único que quizás afecta a la sensación global que ese ALEJANDRO MAGNO produce es, para mi, el punto en contra más difícil de razonar: Le falta en ciertos momentos a la película la fuerza de las obras maestras. No tiene el film de Oliver Stone ese poderío, ese empuje arrollador con que las grandes películas golpean al espectador. Un acierto que trasciende más allá de los aciertos técnicos o artísticos, y que curiosamente algunas veces uno se puede encontrar en películas que fallan en pequeños detalles, que consiguen superar y hacer olvidar gracias a ese 'algo más', difícil de explicar, si no es por el infinito talento de sus responsables.



No obstante, ALEJANDRO MAGNO es fiel a la historia, o a lo que ha quedado hasta nuestros días como historia -quizás, más bien, leyenda. Se preocupa por explicar las razones de Alejandro, de sus decisiones, de sus ambiciones, de sus pasiones. Aunque sepamos que no todas las decisiones son explicables, aunque sepamos que la ambición es irracional, aunque sepamos que la pasión no puede explicarse. ALEJANDRO MAGNO justifica cada uno de los minutos de su duración. ALEJANDRO MAGNO demuestra que Oliver Stone es un cineasta con un talento demostrado, pero aún descontrolado. Demasiado envenenado por sus decisiones, por sus ambiciones, por sus pasiones.


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